El número de trabajadores monotributistas creció 61 por ciento, mientras que la cantidad de trabajadores con empleo asalariado registrado solo se expandió 3 por ciento en los últimos doce años. Es un cambio de modalidad vinculado sin duda a la digitalización laboral. El algoritmo se lleva las ganancias mientras el trabajador pierde derechos, lo cual reclama una agenda urgente y moderna que ataque a la precariedad y heterogeneidad productiva que caracterizan al país.
La desregulación laboral conduce a nuevas formas de precarización –en especial las vinculadas con las economías de plataformas- y no a mayor empleo. Existe detrás de las transformaciones globales recientes una polarización del empleo: es decir que “crecen los puestos de alta calificación (programadores) y los de muy baja calificación y precarización (repartidores), mientras se reducen los puestos de calificación media”, plantea un estudio reciente llevado a cabo por Violeta Guitart, Lucía Cirmi, Juan Manuel Ottaviano y Iara Carbotti del equipo de Futuros Mejores. El mundo laboral se está reconfigurando producto de las transformaciones tecnológicas y el creciente poder de las empresas globales sobre las condiciones del trabajo.
“El algoritmo está diseñado para ganar más plata mientras el costo lo asume el repartidor”, sostiene el escritor canadiense Nick Srnicek autor del reconocido libro Capitalismo de Plataformas. Los costos vinculados a los accidentes, las vacaciones o aportes jubilatorios dignos: todo esto se está desmantelando. “Es un tema de relación de poder y derechos laborales más que de la plata que deja la app”, agrega Violeta, quien trabajó en la app de Rappi. La plata es buena pero se trabaja sin saber cuánto vas a ganar a fin de mes, “no hay un ingreso fijo y dependés mucho del nivel de consumo”, apunta a sabiendas de que un trabajador no tiene la misma espalda financiera que una empresa.
En el caso de Pedidos Ya, «la app no te dice cuánto pagará por un pedido hasta que no aceptás hacerlo”, aclara Marcelo, que desde que perdió su empleo de treinta años en la imprenta de un diario empezó a repartir pedidos con su moto dado que no le pedían mucha experiencia. Las apps facilitan esta experiencia y luego aprietan al que pedalea: “Cuando empezás a trabajar te ponen en el puesto ocho y luego con el mérito vas subiendo posiciones (en el ocho un viaje se paga 1.000 pesos y en el uno, 2.000) pero es difícil la interacción con el usuario, se trabaja duro”. En función del mérito también se les proveerá el uniforme. Pero la app no tiene infraestructura física, así que pese a este equipo “en el verano te morís de calor y en el invierno de frío, además son difíciles los días de lluvia porque hay muchos accidentes”.
“Si te roban la moto o tenés un accidente, la empresa no responde por eso. En cambio si tenés un jefe, tenés derecho a reclamar o hacer juicio. Lo mismo ocurre si te enfermás, o llega algún feriado o si pensás tomarte vacaciones porque no seguís cobrando tu sueldo”, sostiene Violeta. La mesa está inclinada a favor de las apps y los Estados han hecho muy poco para abordar los desafíos relacionados con el poder concentrado que estas empresas pueden ejercer.
Del otro lado del algoritmo
“Durante los últimos doce años, el número de trabajadores monotributistas creció 61 por ciento, mientras que la cantidad de trabajadores con empleo asalariado registrado solo se expandió 3 por ciento”, destacan desde Futuros Mejores respecto a la realidad laboral en Argentina. “Este empleo no asalariado –y estrechamente vinculado con las economías de plataforma- no está alcanzado por el sistema de seguridad social, o lo está de una forma precaria, ni por la protección laboral hoy reservada al trabajo asalariado, ni por la representación sindical en la negociación colectiva”. Surge así el “precariado digital” que afecta especialmente a los trabajadores del sur global.
Es como si estar de un lado o del otro del algoritmo definiese el lugar de las personas la rueda distributiva de la renta. “Por un lado están los empleos de muy alta calificación como programadores y científicos de datos –que construyen el algoritmo-, y por el otro están los empleos de baja calificación y alta precarización como repartidores y moderadores de contenido. En medio, se reducen los puestos de calificación media que históricamente permitieron la movilidad social”, sostienen desde Futuros Mejores.
Se trata de transformaciones que reconfiguran no solo cómo trabajamos, sino que crean nuevas formas de exclusión o segmentación: se imponen los trabajadores sin derechos y los trabajadores pobres.
Por otro lado surge el problema de la desconexión digital para buena parte de la sociedad usuaria del celular, pero también para el precariado ya que conduce a una creciente autoexplotación. “La economía de las plataformas genera una tendencia natural al monopolio, cuantos más usuarios tiene una plataforma, más valiosa se vuelve para todos los participantes”, aclara el estudio, y esto incluye a quienes prestan el servicio porque se torna cada vez más difícil dejar de lado la app y disfrutar la vida, en especial cuando la economía familiar se resiente, como ocurre en la actualidad.
Tareas de cuidado
Las plataformas digitales promueven esquemas laborales incompatibles con las responsabilidades de cuidado, ya que los horarios de mayor demanda y mejor remuneración de estas plataformas coinciden con los momentos más intensivos en tareas de cuidado (horarios de comida y nocturnos). Además, el envejecimiento poblacional y la mayor participación femenina en el mercado laboral incrementaron la demanda de cuidados. Así este sector se perfila como uno de los más importantes empleos del futuro y ya “emplea al 12 por ciento de las personas ocupadas, lo que representa el 75 por ciento del total de los empleos de futuro en la región”, según un sondeo realizado por Megan Ballesty, Ramiro Albrieu y Sofía Alberro.
“Los sectores considerados empleos del futuro incluyen tecnologías de la información, economía verde (empleos relacionados con energías renovables y sustentabilidad), y economía del conocimiento, pero todos estos juntos representan solo el 25 por ciento restante de los empleos del futuro proyectados para la región”, consideran los autores. Se trata de un sector que es particularmente importante para el empleo femenino y que se desarrolla en condiciones de informalidad, con bajos salarios y ambientes precarios.
Propuestas de política
La propuesta del presidente Milei para este nuevo mundo laboral es vieja: reducir los costos laborales y quitar regulaciones. “Retoma así una retórica de la década del ’90 que ha tenido poco resultado empírico”, resaltan los investigadores de Futuros Mejores. La flexibilización llega para quedarse pero no revierte los ciclos negativos del empleo. Medidas como la extensión del período de prueba, la eliminación de multas por trabajo no registrado y el debilitamiento de la acción sindical buscadas por la Ley Bases no tienen otro objetivo que debilitar la posición del trabajador.
La propueta de Milei tiene algunos puntos de contacto con la agenda que propone Fundar, cuando plantean una reforma en las contribuciones patronales para micro y pequeñas empresas y del sistema de ART, o la simplificación del esquema de multas por trabajo no registrado. Pero las sugerencias de Fundar combinan políticas del lado de la oferta y de la demanda de trabajo. Además, mientras el Gobierno apunta a la desregulación plena, lo cual genera más situaciones de inestabilidad, desde Fundar proponen crear un Sistema de Estabilización del Empleo y la Producción (SEEPRO) que unifique e introzca políticas de regulación, subsidio al salario y formación profesional para la protección de empresas y trabajadores en momentos de recesión. Esos momentos en donde la app tampoco acompaña.
Desde Futuros Mejores, en tanto, plantean la necesidad de políticas sectoriales específicas y no generales como la reducción de aportes tan vigente en los años noventa. Sin embargo, luego de la crisis de la convertibilidad y flexibilización laboral mediante, el empleo informal alcanzó su pico histórico de 49,4 por ciento de la población laboral en 2004, es decir que las reformas no sirvieron para combatir la informalidad. Más aún, “los tres sectores –empleo doméstico, comercio y construcción- que explican más del 50 por ciento del empleo informal en Argentina no presentan principalmente un problema de costos”.