Barcelona llegó a Arabia Saudita con el descrédito institucional que le causaba no poder inscribir a Dani Olmo y Pau Víctor por no cumplir con el fair play financiero y regresa con la gloria deportiva de levantar la Supercopa de España tras golear por 5-2 a Real Madrid, en Yeda. Una goleada que se sustanció fundamentalmente en el primer tiempo, con un 4-1 a favor del equipo de Hansi Flick, el entrenador alemán que consigue así su primer título en el Barça.
Con el clásico 5-1, a los 11 minutos del segundo tiempo, fue expulsado el arquero de Barcelona Wojciech Szczesny, por cometerle un foul a Kylian Mbappé fuera del área, en una situación manifiesta de gol. Del tiro libre descontó Rodrygo, pero Barcelona aguantó para obtener la 15a Supercopa Española, dos más de las que atesora Real Madrid.
Por la mudanza de la Supercopa de España a Arabia Saudita, Barcelona y Real Madrid se llevan gran parte de la torta económica. Más de siete millones de euros para el club de Florentino Pérez y una cifra similar para los catalanes, mientras que Mallorca, uno de los semifinalistas, debió conformarse con 850.000. Para el campeón hubo dos millones más, recompensa que Barcelona agradece por su crítica situación financiera, que lo lleva a ocupar tantos titulares como los que genera por razones futbolísticas.
Barcelona jugó por la gloria deportiva y por el dinero. Por el fútbol y por el metal. Por su salud en el campo y en la tesorería. Fue una fusión perfecta, no tuvo contraindicaciones. Lo desbordó a Real Madrid como lo había hecho a fines de octubre en el Santiago Bernabéu. Aquella fue en un segundo tiempo arrollador (4-0), ahora adelantó la demolición al primero (4-1). Con el mérito añadido de que se repuso al gol a los 4 minutos de Mbappé, que convirtió en las tres finales que disputó en Real Madrid. Los tantos que hizo contra Atalanta y Pachuca sirvieron para levantar la Supercopa de Europa y la Copa Intercontinental, pero el de este domingo en tierras árabes quedará como una anécdota, un apunte suelto sepultado por el aluvión catalán que vino después.
Antes del tempranero gol de Mbappé, Barcelona, en los tres primeros minutos, había dado cuenta de su determinación ofensiva. Courtois había tapado una definición de Yamal y un cabezazo de Raphinha. En el contraataque siguiente, el delantero francés puso el 1-0. Parecía que se repetía esa historia que dice que Real Madrid se pone más peligroso cuando peor la pasa. Las situaciones habían sido de Barcelona, pero el acierto fue del equipo de Ancelotti. Pero quedaba mucho partido por delante, una historia que el conjunto de Flick revirtió con fútbol, aceleración y destacadas intervenciones individuales.
Real Madrid fue un tembladeral en ese primer tiempo. Valverde se multiplicaba para tapar múltiples agujeros. Camavinga hacía agua como volante central, Tchouameni era una invitación constante para que lo encararan, los laterales Vázquez y Mendy no encontraban a Yamal y Raphinha, y Rüdiger no tenía otro recurso que ir al choque. De los tres de arriba, solo Rodrygo retrocedía a dar una mano, mientras que Mbappé y Vinicius quedaban descolgados de un desarrollo que se disputaba a varios metros de sus posiciones. Bellingham tampoco atinaba a agarrar la batuta. Por momentos, era Courtois contra un equipo entero.
Barcelona era más coordinado. Fue ajustando su juego, no se desesperó ni cayó en el desaliento porque desperdiciaba situaciones. Como si estuviera seguro de que su búsqueda iba a fructificar, porque además las facilidades que ofrecía Real Madrid eran demasiadas, con muchos espacios sin cubrir. El equipo de Ancelotti estaba fracturado, ni atacaba ni defendía.
El empate llegó por obra de ese prodigio que es Lamine Yamal (17 años), que lo hizo pasar de largo a Tchouameni para definir con un toque cruzado. Pura clase. El descontrol de Real Madrid quedó patentizado en la patada de Camavinga a Gavi. Robert Lewandowski, un ejecutor de penales con una altísima eficacia, puso el 2-1.
Raphinha era una daga, con la pelota en los pies o yendo al espacio; también dando asistencias. Se merecía un gol, lo consiguió con un cabezazo tras un centro cruzado de Balde. Un generoso tiempo adicionado de nueve minutos -Mbappé debió ser atendido por un golpe en el tobillo izquierdo- le sirvió a Barcelona para marcar el 4-1, tras un mal pase de Rodrygo a la salida de un córner y una réplica que pasó por los pies de Yamal, Raphinha y la certera definición de Balde.
Ancelotti ya había decidido reemplazar a Camavinga. Tenía motivos justificados por el bajo rendimiento del francés, pero también porque estaba “jugando gratis”, ya que un segundo foul sin pelota hubiera merecido la segunda amonestación y la expulsión que el árbitro ignoró. En Barcelona, Ronald Araújo, que podría pasar a Napoli, reemplazó al lesionado Iñigo Martínez.
El brasileño Raphinha, elegido el mejor jugador del partido, hizo un golazo de contraataque para el 5-1. Barcelona se floreaba frente a un rival invisible. Ancelotti intentó corregir el desbande defensivo con las sustituciones de Vázquez y Tchouameni, dos piezas que no están ocupando sus puestos naturales. Cubren las prolongadas bajas de Carvajal y Militao, y exponen la falta de previsión del club por no haber contratado refuerzos. Vinicius, que solo dejó un par de destellos, también dejó la cancha antes del final; una evidencia más de la debacle de Real Madrid. “Esta derrota nos deja muy tristes y decepcionados. Nuestra tristeza es la de nuestra afición. En el primer tiempo no jugamos al fútbol. Nos hicieron goles de manera muy sencilla. Hay que mirar hacia adelante y recuperar la buena dinámica que traíamos hasta este partido”, expresó Ancelotti.
La secuencia expulsión de Szczesny -Flick lo hizo titular porque Iñaki Peña llegó tarde a una actividad grupal- y descuento de Rodrygo, cuando a la final le quedaba más de media hora, le abrió a Real Madrid una esperanza que no tardó de marchitarse porque esta vez no estaba imbuido del espíritu de las remontadas de otras veces.
Barcelona vuelve a España más feliz de lo que había llegado. Le preocupaba que haya perdido terreno en la Liga de España, donde llegó a ser un cómodo puntero y al ganar solo cinco de los últimos 21 puntos vio cómo lo pasaba Atlético de Madrid. El affaire del presidente Joan Laporta con las inscripciones de Olmo y Víctor por una resolución gubernamental (Consejo Superior de Deportes) que desautorizó a La Liga y la Federación Española de Fútbol, había enrarecido aun más el clima de la delegación. Pero apareció el fútbol del equipo y sus figuras para trasladarle las preocupaciones a Real Madrid.
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