No es solo con bombas, sino con el hambre y la sed usadas como armas de guerra para destruir la capacidad de resistencia del pueblo palestino. Es la misma táctica que potencias coloniales e imperialistas usaron en el pasado para exterminar poblaciones enteras.
Hoy, el cerco ya arrasó con todo, desde las casas hasta las escuelas, los hospitales, las redes de energía, las plantaciones y el acceso al agua. Y en el centro de todo eso está la empresa estatal Mekorot, que decide quién puede tomar agua y quién va a morir de sed. Hay un vídeo de israelíes vertiendo cemento en un pozo palestino.
En los asentamientos israelíes el suministro es constante y abundante, mientras que en las comunidades palestinas impera un racionamiento que impide hasta las condiciones básicas de higiene y supervivencia.
Esa misma Mekorot ya opera en Argentina y con Milei en el gobierno, avanza para controlar el agua de Buenos Aires y del Conurbano con la privatización de AySA. Lo que hacen en Palestina lo quieren hacer acá, convirtiendo un derecho básico en mercancía, en un instrumento de dominación.