Luego de que Javier Milei prometiera “dejar de usar insultos”, el politólogo francés Gérard Guillerm cuestionó que el mandatario pueda “entrar en una forma racional y legal” porque su modo de poder es la exacerbación de una estrategia de agresión permanente. “El mileísmo es un impulso vital impregnado de espíritu totalitario”, advirtió en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3).
Gerard Guillerm es analista político francés, doctor en Ciencias Políticas por el Instituto de Altos Estudios de América Latina de la Universidad Sorbona Nueva-París 3. En 1973 viajó a Argentina por primera vez para realizar unas prácticas en el Banco Nación y recorrió el país como mochilero de norte a sur. Escribió el libro “El peronismo: historia del exilio y del regreso», y su tesis doctoral en Ciencias Políticas fue dedicada al restablecimiento de la democracia en la Argentina: “Alfonsín-Menem, presidentes de Argentina. Estudio de la dimensión carismática del sistema político argentino”. La semana pasada publicó en Perfil una columna titulada “La anticonvivencia: herramienta y razón de ser del mileísmo”.
A partir de que Milei prometió no insultar más
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En su artículo “La anticonvivencia: herramienta y razón de ser del mileísmo”, usted sostiene que esa era la clave de la fortaleza de Milei; que, sin esos atributos, quedaría poco. Supongo que está informado de que el presidente prometió no insultar más.Si el presidente Milei perdiese esa característica que lo define, ¿qué quedaría? ¿Realmente puede convertirse en un líder no transgresor y pasar a ser un líder dentro de lo políticamente correcto?
Dudo mucho que pueda ser así. Si durante 20 meses en el poder se observa cuál es su modo de poder, yo diría que es la exacerbación de una estrategia de agresión permanente. A tal punto que, aunque habló y aunque propuso un pacto, no puede desprenderse de su tropismo. Y eso depende de sus fundamentos culturales y, si los relacionamos con la personalidad, se ve que puede difícilmente cambiar.
¿Lo que usted plantea es algo del orden de lo psicológico o de lo ideológico? ¿Algo así como si la forma termina siendo fondo?
Sí. Hay dos fundamentos esenciales. El fundamento económico primero, y lo económico abarca lo político. El fundamento económico es un dogma. Se define como liberal y libertario. A veces solamente libertario y a veces solamente anarco-capitalista. Para él, el mercado genera riqueza y debe sustituir al Estado porque permite al individuo recobrar la iniciativa.
En segundo lugar está el fundamento mesiánico. Y el fundamento mesiánico es como si sacralizara el estrato, que es el estrato económico. Como cuando habla de las raíces judeocristianas, cuando habla de sus referentes de la mitología hebrea y todo eso. Y aparecen las contradicciones, porque cuando se refiere al libertarismo, ¿a quién se refiere?
Por ejemplo, en su importantísimo discurso de Davos, se refirió al máximo propulsor de las ideas de libertad en la Argentina, que es el profesor Alberto Benegas Lynch, y emplea su definición: “El libertarismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo”. Hace exactamente lo contrario.
Y, cuando se refiere a los anarco-capitalistas, ¿a qué personajes se refiere? Se refiere esencialmente a dos: a Murray Rothbard, que es su norte, y a Jesús Huerta de Soto, que escribió “The Theory of Dynamic Efficiency», y se complace totalmente en esta categoría y es él que dice cosas increíbles acerca del Estado.
Finalmente, se puede también hacer un enlace con su personalidad, es decir, con su tropismo obsesivo. Es una personalidad belicosa y emocional a la vez. Y cuando dice, por ejemplo, que el Estado es el enemigo del género humano, eso es una cuestión para él de la moral, de la libertad, pero es una falsa moral.
¿La ideología está primero que la psicología? En el sentido especial de Milei, ¿él adopta una ideología que coincida con el fundamentalismo que su carácter lo impulsa o la ideología pronuncia un carácter monoidea?
Yo creo que la ideología es fundamental para él. Es una conversión tardía porque, en los primeros tiempos, creía en la ortodoxia liberal clásica, y ahora es un dogma. Pero yo diría que hay de los dos, y eso es facilitado por el tipo de personalidad que tiene.
¿Qué perspectiva usted imagina a una persona con ese tipo de ideología y psicología?
No sé si habrá un cambio, a pesar de que diga que va a cesar con las injurias y todo eso. El mileísmo es un impulso vital impregnado de espíritu totalitario. Entonces, hay una ideología, casi racional, pero lo mesiánico abarca una fe, una fe que es propagadora de violencia. Y la violencia tiene poder de matar simbólicamente.
No se ve esa ideología solo en el caso de Milei, sino también en su entorno. Hay que referirse, por ejemplo, a Santiago Caputo, cuando dice que va a “perseguir a los zurdos hasta el último rincón de la Tierra». Eso forma parte de la esencia misma del mileísmo.
Yo no creo que pueda entrar en una forma racional y legal. Para hacerlo, esencialmente, confía en la racionalidad de, por ejemplo, en Guillermo Francos, que representa el diálogo, la implementación de la política. Pero él mismo, por sus rasgos característicos, es muy difícil que lo haga.
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¿Usted cree que esta promesa que él hizo, de que no iba a insultar ni agredir más, es una estrategia de campaña, o usted cree que él está convencido de que puede cambiar?
Yo creo que no está convencido. No sé si se da cuenta porque su tropismo y su ADN de disruptivo, vengador, belicoso, emocional, puede ser una temporización con las futuras legislativas, un poco conscientemente. Porque imagino que en su entorno unos le dicen que tiene que ser más tranquilo.
¿Usted cree que después de las elecciones va a volver a ser el mismo si es que logra mantenerse así los próximos dos meses?
Habrá una atenuación, pero le quedan dos años.
Me gustaría que usted compartiera con nuestra audiencia la explicación de la palabra “tropismo”.
El tropismo es algo que no está adquirido, que forma parte del ADN propio y que remonta a la infancia, probablemente. Es como un determinismo.
TV/ff