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domingo, diciembre 29, 2024

Adolescentes: por qué no es conveniente excederse en los sí

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Terminadas las clases y los exámenes de diciembre es un buen momento para hacer acuerdos con nuestros adolescentes, ya que ellos están de vacaciones pero probablemente nosotros no o, seguramente, no los dos meses.

Cada familia tiene sus formas y sus códigos, de todos modos propongo algunos temas para abordar: qué esperamos de ellos en cuanto a su colaboración en casa, la hora de despertarse los días de semana y los fines de semana, el uso de las pantallas y las redes, la asignación –dinero– para sus gastos, los permisos, las invitaciones y la organización de los programas.

Los acuerdos y convenios conversados con anterioridad hacen la vida diaria más sencilla, con más aceptación de parte de los chicos y con menos peleas.

Es importante hacerlos teniendo en cuenta que nuestra energía, tiempo y dinero son acotados y que, cuando nos cansamos, puede aparecer nuestra peor versión. Por eso una manera de cuidar a nuestros hijos es cuidarnos nosotros y no excedernos en nuestros “sí”.

Es muy tentador decir que sí porque los adolescentes celebran, sonríen y no ponen malas caras ni empiezan discusiones y peleas. A menudo lo hacemos con la ilusión de que ellos nos agradezcan o retribuyan y así recuperemos algo de la energía “invertida” en ese sí, pero lo más probable es que eso no ocurra por el momento, y no porque ellos sean malos o desagradecidos sino simplemente inmaduros. Saben de nuestro amor y disposición incondicionales y por eso también se enojan tanto con nuestros “no”.

Es maravilloso que confíen en nuestra incondicionalidad pero el precio que pagamos es que se animan a hablar de lo que piensan, se sienten con derecho a pedir lo que se les ocurre y a enfrentarnos. Y el reconocimiento y el agradecimiento suelen postergarse hasta que son adultos y como tales descubren el esfuerzo que nos implicaba lo que hacíamos en los años anteriores.

Los acuerdos y convenios conversados con los adolescentes hacen la vida diaria más sencilla, con más aceptación de parte de los chicos y con menos peleasShutterstock

Por ahora alentemos, pero no esperemos, la valoración de nuestros esfuerzos y su reconocimiento. Aprendamos a decir más “no” para cuidarnos: no agotarnos, ni ofendernos porque cuando decimos más “sí” de los que realmente podemos sostener, es muy probable que algo de eso, o todo eso, ocurra.

No me canso de repetir que la ecuación para una buena autoestima implica que los hijos se enojen y los padres no, o no tanto, y para que eso sea posible tenemos que aprender a cuidarnos nosotros y eso implica elegir con cuidado nuestros “sí”.

Las vacaciones también nos dan la oportunidad de pasar más tiempo con ellos, aprovechemos ese tiempo para divertirnos, charlar, pasarla bien jugando a las cartas, mirando juntos una serie, saliendo a andar en bicicleta, etc., pero también para compartir tareas y conversar de muchos temas que por el apuro del año fueron quedando pendientes.

Queremos/necesitamos conocer lo que saben y lo que no saben ni se cuestionaron, lo que piensan, lo que dicen sus pares sobre infinidad de cuestiones que se les imponen desde afuera –modas, estilos, vocabulario–, muchas de ellas promovidas desde la sociedad para aumentar el consumo y no pensadas desde lo que de verdad es bueno y saludable para los adolescentes.

Los temas son muchos y llegan a ellos inevitablemente sin nuestro aval ni nuestro permiso, a diferencia de generaciones anteriores en las que la formación la brindaban los adultos cercanos funcionando en equipo y la información llegaba a los hijos filtrada.

Son temas de los que los adultos fuimos hablando, escuchando y leyendo durante el año, pero no necesariamente lo hicimos con ellos. Es fundamental adelantarnos con esas conversaciones para no encontrarnos con que ya tienen una ideas preconcebidas en cuya formación nosotros no tuvimos ninguna influencia.

El uso de pantallas y redes sociales, el vaper o el cigarrillo, las proteínas en polvo, las apuestas online, la cosmeticorexia, la depilación definitiva, los tatuajes, el alcohol, la drogas, los amigos y el bullying, la sexualidad y sus riesgos y la pornografía son solo algunos.

Hablemos para darles información adecuada, sin miedo, sin amenazarlos, sin prohibiciones arbitrarias, escuchando con interés lo que ellos saben de modo de poder corregir lo que escucharon, completarlo e investigarlo juntos.

Nuestra escucha los invita a seguir conversando. En cambio, nuestras reacciones intensas de ansiedad y enojo los llevan a alejarse y callar, a no pedir ayuda ni consejos nuestros.

Permanezcamos en vigilia atenta para protegerlos de ellos mismos y para acompañarlos a aprender a filtrar lo que los invade desde su entorno.

La escucha invita a los adolescentes a seguir conversandoGeorgijevic – E+

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